Imagino estas palabras como veloces imágenes que pasan dentro de mí y a un costado. Son hechos que están, y que no los vemos. O, la rutina, nos vuelve inmunes a los efectos de este torbellino, imparable acontecer; inagotables creadores son las relaciones sociales.
Subir al metro es entrar en un mundo en el que podemos vernos reflejados en el otro, ver nuestro cansancio y desgano en la señora del lado, o en esa mujer que me mira a través del espejo y que ni siquiera me doy cuenta de que soy yo misma.
Son relaciones sociales que se generan a través de burbujas en las cuales nos sumergimos, las que nos protegen del otro y de mí.Todo funciona bien, hasta que esa burbujas s emiran y chocan unas contra otras, el movimiento constante del vagón y de la vida social hace que este encuentro sea inevitable. Es ahñi donde vemos recién y nos hacemos concientes de lo que sucede. Un otro, que puede ser diferente a mí, pero que debe sortear los mismo balanceos y equilibrarse para no caer.
Son encuentros fugaces, de una estación a otra, acompañados de cientos de voces que suenan, diversos zapatos que suspiran por descanzar, dedos que buscan algo perdido para siempre, miradas que esperan descanzo en un recorrido despreocupado, inquieto o aletardante, este último dando paso al sueño y bostezo que va desde el principio al fin del vagón, bolsos y carteras y se abren en busca de un poco de luz.
SOn viajes de encuentro y desencuentro, y probablemente realicemos el mismo recorrido durante toda nuestra vida, pero nunca uno será igual al anterior ni al siguiente. El acceso al metro y su gran capacidad de retención de personas hace posible que cada uno de nosotros influya en el trayecto de una estación a otra, de distinta forma al niño de allá o del viaje que hice el mes anterior. Se produce una multiplicidad de colores, olores, formas, luces, temperaturas y seres. Viajan desordenadamente y buscan llegar a su destino.
En ciertos momentos llego a pensar que el tiempo se detiene. Casi ni percibimos el trayecto de un lugar a otro y sólo nos damos cuenta que hemos viajado la momento de vr el nombre de la estación y escuchar el sonido que nos avisa del cierre de puerte, alarma horrible que nos trae de vuelta al mundo que debemos seguir recorriendo. (debería ser más armónico, ya que su rudeza no ayuda a que volvamos a la rutina de una forma placentera). También he pensado sobre los usos que podemos dar al vagón. Unos lo usan de salón de lectura y otros para el sueño; algunos se observan en los reflejos de ventanas y puertas, otros se preocupan de mirar a los demás, y los más, simplemente,cierran sus mentes y se aislan hasta que algún elemento los saque de ese trance...
Nuestra presencia significa, en el momento en que estamos en él; puede ser veloz, de una estación a otra, pero tan significativa como si estuviésemos ahí queriendo permanecer.
Día de la tierra: otro año menos
Hace 17 años
1 comentario:
Asi es pues. Concuerdo 100% contigo. Aunque se haga el mismo recorrido, nunca es el mismo viaje. Me recuerda a esa metafora, de no me acuerdo quien, "uno nunca se baña en el mismo rio".
Yo ya he pasado por casi todos los estados. Desde leer, escuchar musica, ver el refeljo de la persona que va a mi lado, e imaginarme mil cosas que podrían pasar en ese segundo de viaje que voy viviendo.A veces odiando, como todo lo contrario.
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