sábado, 13 de diciembre de 2008

El Viaje...

Imagino estas palabras como veloces imágenes que pasan dentro de mí y a un costado. Son hechos que están, y que no los vemos. O, la rutina, nos vuelve inmunes a los efectos de este torbellino, imparable acontecer; inagotables creadores son las relaciones sociales.

Subir al metro es entrar en un mundo en el que podemos vernos reflejados en el otro, ver nuestro cansancio y desgano en la señora del lado, o en esa mujer que me mira a través del espejo y que ni siquiera me doy cuenta de que soy yo misma.

Son relaciones sociales que se generan a través de burbujas en las cuales nos sumergimos, las que nos protegen del otro y de mí.Todo funciona bien, hasta que esa burbujas s emiran y chocan unas contra otras, el movimiento constante del vagón y de la vida social hace que este encuentro sea inevitable. Es ahñi donde vemos recién y nos hacemos concientes de lo que sucede. Un otro, que puede ser diferente a mí, pero que debe sortear los mismo balanceos y equilibrarse para no caer.

Son encuentros fugaces, de una estación a otra, acompañados de cientos de voces que suenan, diversos zapatos que suspiran por descanzar, dedos que buscan algo perdido para siempre, miradas que esperan descanzo en un recorrido despreocupado, inquieto o aletardante, este último dando paso al sueño y bostezo que va desde el principio al fin del vagón, bolsos y carteras y se abren en busca de un poco de luz.

SOn viajes de encuentro y desencuentro, y probablemente realicemos el mismo recorrido durante toda nuestra vida, pero nunca uno será igual al anterior ni al siguiente. El acceso al metro y su gran capacidad de retención de personas hace posible que cada uno de nosotros influya en el trayecto de una estación a otra, de distinta forma al niño de allá o del viaje que hice el mes anterior. Se produce una multiplicidad de colores, olores, formas, luces, temperaturas y seres. Viajan desordenadamente y buscan llegar a su destino.

En ciertos momentos llego a pensar que el tiempo se detiene. Casi ni percibimos el trayecto de un lugar a otro y sólo nos damos cuenta que hemos viajado la momento de vr el nombre de la estación y escuchar el sonido que nos avisa del cierre de puerte, alarma horrible que nos trae de vuelta al mundo que debemos seguir recorriendo. (debería ser más armónico, ya que su rudeza no ayuda a que volvamos a la rutina de una forma placentera). También he pensado sobre los usos que podemos dar al vagón. Unos lo usan de salón de lectura y otros para el sueño; algunos se observan en los reflejos de ventanas y puertas, otros se preocupan de mirar a los demás, y los más, simplemente,cierran sus mentes y se aislan hasta que algún elemento los saque de ese trance...

Nuestra presencia significa, en el momento en que estamos en él; puede ser veloz, de una estación a otra, pero tan significativa como si estuviésemos ahí queriendo permanecer.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Comprender para convivir.

Transformarse, asimilar, reutilizar.


La escritura, elemento que ha permitido la difusión de tantas ideas y pensares que recorren el mundo a velocidades cada vez más impresionantes, escabulléndose por entre los sonidos, el aire, las miradas cansadas y la monotonía del vivir y hacer todos los días lo mismo una y otra vez, nos llama hacia temas que han pasado desapercibidos por mucho tiempo. Asimismo, la voz y las palabras quieren ganar un espacio entre esta marea de letras, versos y prosa; la voz de aquellos que han sido acallados por múltiples razones y de innumerables formas a lo largo de toda la historia que nos ha sido contada por esos otros que ejercen su fuerza y dominan a esos pocos. El arte, la literatura y la música son las herramientas de libertad que esos “sin voz” han aprehendido y aprendido a utilizar para dar a conocer sus problemas a un mundo que pasa a su lado sin percibirlos, enceguecidos por la vida rutinaria de las urbes, que aumentan cada día como hormigueros. A través de las expresiones artísticas pueden darse a conocer y uno de los elementos más importantes es el hecho de que el arte permite esa libertad a la propia interpretación del observador y desde el mismo autor, quienes podrán imaginar y desarrollar el pensamiento mucho más allá que tan sólo quedarse con aquello que les quieren contar.


El pueblo Mapuche ha ido adaptando poco a poco las herramientas con que el mismo sistema ha querido asimilarlos y homogeneizarlos. Ellos han sido capaces de darles vuelta la mano y mediante el uso de la poesía, la música y tantas otras manifestaciones se han dado a conocer tanto en Chile como en otros países del mundo, obviamente no de una forma tan masiva, ya que las herramientas de opresión que se utilizan en su contra son impresionantemente coercitivas y complican el proceso de autonomía al cual quieren llegar, como nación Mapuche.


Una nación que se ha visto aplacada por otros sin ningún derecho a hacerlo y que les ha obligado a tomar ciertas decisiones respecto a sus modos de vida, que no habrían sido necesarios si se respetara la diversidad cultural que existe y que está latente en las comunidades de los “nuevos mapuches”. Hemos escuchado y leído sobre la “reinvención” que los Mapuche han debido pasar para poder adaptarse a las nuevas urbes (el Mapurbe como dice David Aniñir), transformados en la nueva prole, mapuches urbanos obreros, panaderos y nanas de las casas del barrio alto de Santiago y de otras ciudades de Chile. Los han llevado a tener que disfrazarse para poder sobrevivir y cuidar a sus familias y han tenido que aguantar la discriminación de otros que no saben la importancia y la valentía del atreverse a aceptar el ser Mapuche, el ser diferente en un mundo en el cual se pretende pasar desapercibido mimetizándose al resto. Sin embargo, en muchos casos también sucede que no se identifican como mapuches a pesar de tener todo para serlo. Eso también es comprensible; no me imagino siendo capaz de soportar tanta discriminación y subyugación desde hace más de 500 años atrás. La presión sobre sus espaldas les ha llevado a bajar la mirada y aceptar el destino que otros quieren para ellos, olvidando su propia visión del mundo y adquiriendo una externa que todo pretende dominar.


El pueblo mapuche se ha transformado, eso es cierto, tal y como todas las sociedades pasan por cambios producidos por las presiones de unas sobre otras, por crisis, guerras, y tantas cosas que suceden a lo largo de los años, y que la historia ahora nos muestra desde su banco de espectadora. Pero se ha transformado más que nada a la fuerza. Por la aceptación o la muerte, la dominación y el sufrimiento eterno de ver cómo sus ancestros sucumben bajo las aguas de un embalse español instalado a la fuerza en las tierras que les han pertenecido por siempre, en la contradicción de tener que adaptarse a las nuevas tecnologías o sino simplemente desaparecerán más rápidamente que los habitantes en el diluvio del exterminio provocado por la lucha entre Treng-Treng y Kai-Kai. Es una vorágine sin salida, pero lo importante es que han sido capaces de aferrarse a lo más importante para ellos: su cosmovisión; presente en cada uno de los poemas que he leído para llevar a cabo este ensayo y que mantiene latente la sensación de que el pueblo mapuche se aferra a ciertos elementos que le permiten mantenerse concientes de que su cultura existe a pesar de los cambios por los cuales ha pasado. No importa, según mi opinión, que el mapuche se esté reinventando, lo terrible sería quedarse ensimismados en algo que ya no lograrán recuperar y por esta razón dejarse aplastar. La reinvención del mapuche debe orientarse hacia la consolidación de ellos como una etnia que debe ser reconocida tanto por los “huincas” como por el propio mapuche que se ha alejado por múltiples razones.


En este sentido, la cosmovisión del pueblo mapuche es un elemento esencial que permitirá esta consolidación. Comprender su modo de ver el mundo desde nuestro punto de vista. De este modo incluso podríamos llegar a hablar de una posibilidad de cumplimiento respecto a las reivindicaciones solicitadas en relación a la autonomía de la nación Mapuche. Es cierto que no pasa tan sólo por un conocimiento de su modo de ver el mundo, pero es un gran paso sobre todo respecto a las autoridades políticas el hecho de entender el porqué de la lucha por la tierra y por sus antepasados. La cuatripartición con la cual se enfrentan y comprenden al mundo es una lógica en la cual el mapuche se siente parte de la tierra, pero no como un ser superior sino que se mueve en un ambiente de relaciones de parejidad entre los otros seres con los cuales convive; el respeto por la tierra y los seres que habitan en ella no ha sido valorado por aquellos que detentan el poder, por supuesto esto se debe al hecho de no comprender el sentido de la visión mapuche, más aún de no querer comprenderla ya que no responde a sus propios intereses. No es tan sólo que el mundo se conciba en cuatro direcciones sino que son posibilidades, opciones, ideas, todo lo que sucede se adecua a esta concepción.


A modo de conclusión, la visión del mundo mapuche se ha ido transformando producto de múltiples influencias tanto externas como internas, lo que no significa que el mapuche en si no exista, sino que han adoptado y rechazado elementos reinventando su manera de ver el mundo y de verse a sí mismos. Lo importante es que nosotros como seres externos a su cosmovisión debemos ser capaces de comprenderlos y de este modo convivir en la misma armonía que esperan vivir ellos junto a la tierra. Y esto es un proceso necesario que debe suceder mas temprano que tarde.