martes, 29 de enero de 2013

Movimientos Sociales Indígenas: Una respuesta a la opresión y explotación histórica en Latinoamérica.



 por Javiera Mahan
Estudiante de Antropología
UAHC

Los movimientos sociales indígenas que han surgido en el siglo XX a lo largo del territorio latinoamericano, son una expresión evidente de la necesidad urgente de transformar las condiciones en que se ha venido desarrollando la relación entre seres humanos y de estos con el entorno en el que habitan. Y como dice Bengoa en cuanto a la emergencia indígena en América Latina, “la realidad indígena actual es una combinación cada vez mas compleja de relaciones urbanas y rurales, con contactos y comunicaciones internacionales y en una permanente confrontación entre la tradición etnocultural y la modernidad” (2004: 19). Los indígenas, han pasado por un complejo y tenso proceso de relación con el mundo occidental, siendo puestos en un primer momento como una problemática a resolver, conocida como “el problema indígena”, al cual se busca durante el siglo XX una solución desde elites intelectuales no indígenas – conocido como el Indigenismo – que a partir de diversas políticas culturales, económicas y políticas, potencian el integracionismo y la homogenización de los pueblos indígenas para incorporarlos al proceso de modernización de los Estados Latinoamericanos. Posteriormente – a partir de los años 70’ –  y como resultado de estas mismas políticas indigenistas, surgen elites y dirigentes indígenas que, en ciertos casos, se han incorporado a los procesos de modernización que apuntan finalmente a una homogenización cultural y por otro, desde el conocimiento adquirido en esta interacción con ‘el otro’, lo han utilizado para construir una postura crítica y plantear alternativas respecto a la perspectiva del desarrollo que se hegemoniza desde occidente – la que responde a un modelo económico-político específico que gira en torno al consumismo y la generación de ganancias – siendo su apuesta, considerar como punto central la igualdad de derechos sostenida en la aceptación de la existencia de la diversidad cultural, por ende en la aceptación de una relación distinta, diversa y en equilibrio entre seres humanos y de estos con el medio ambiente. Así surge una pregunta al respecto ¿Es posible lograr los proyectos que plantean los movimientos indígenas?
Para resolver esta interrogante es necesario conocer cuáles han sido las demandas que los movimientos indígenas han levantado como banderas de lucha y las propuestas que se han planteado desde los movimientos indígenas en cuanto a la solución de las problemáticas y trabas que identifican ellos mismos. Como punto de partida es necesario mencionar que esta emergencia indígena, que construye un discurso en el presente remitiéndose al pasado, pensando en el futuro, significa “una propuesta de ‘democratización fundamental’ para el conjunto de la sociedad y el Estado Latinoamericano” (Bengoa, 2004: 28); siendo resultado de un lento proceso de autoidentificación, que por un lado autoreconoce al indígena como tal, como parte de su cultura, y además se autoreconoce como perteneciente al conflicto de clase, en su calidad de explotado, dueño sólo de su fuerza de trabajo (Albó, 2008); así, en la toma de conciencia de esta doble condición de indígena-esclavo/campesino/proletario, da paso a la construcción de su perspectiva de análisis respecto al mundo, y de las transformaciones necesarias para mejorar sus condiciones de vida.
En cuanto a las demandas de los movimientos indígenas, como eje transversal están aquellas referidas a la lucha por la tierra y los recursos naturales, entendiendo que ambos elementos son los que permiten a un pueblo poder desenvolverse y desarrollarse plenamente en el contexto en el que habita. Estas demandas responden a los efectos de la enajenación y expoliación por la que han pasado los indígenas campesinos de todo el territorio latinoamericano, desde el periodo de conquista española hasta la actual expresión del capitalismo en su fase del neoliberalismo. La lucha por los recursos naturales no es algo nuevo de los movimientos indígenas, incluso “con ello han profundizado y ampliado también su percepción y lucha política.” (Albó, 2008: 9). Así, los mismos indígenas – debido a la falta de protección jurídica y a su aplicación efectiva por las instituciones encargadas de hacerlo – han debido evidenciar y denunciar los graves impactos que han tenido sobre sus territorios y por ende sobre todo su sistema de vida, la implementación de diversos ‘proyectos de desarrollo’ que responden a intereses de los Estados y de privados,  en detrimento de los intereses de las propias comunidades que habitan en los territorios directamente afectados (Stavenhagen, 2003). Es decir, el énfasis en el control de los recursos y del territorio permite interconectar la doble mirada necesaria en este tipo de movimientos sociales, aquella que les permita entenderse como resultado y parte del sistema global en el que están inmersos. Así, un caso para comprender esto es el proyecto del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su propuesta de los municipios autonómicos, quienes ponen énfasis en el control – no tan sólo – de los recursos naturales que se encuentran en su territorio, a partir de los cuales pueden sostener su proyecto político, ideológico, económico, cultural. El EZLN instala un discurso que busca la inclusión no sólo de los indígenas, sino de todos los que han sido excluidos históricamente (Díaz-Polanco, 1997: 148), de este modo haciendo uso del concepto de “autonomía” – que supone como ejercicio de la autodeterminación, es decir como un régimen político-jurídico, la existencia de una base político-territorial, una jurisdicción propia del ámbito territorial circunscrito, un autogobierno y capacidad de descentralización política – busca generar una acción política que interrelacione lo global y lo local – lo “glocal” – sin la intensión de transformarse en un régimen autárquico, sino todo lo contrario, de entenderse siempre en un escenario ‘glocal’. Por tanto, como plantea Fernández (2010), el proyecto autonómico del EZLN no se remite tan sólo a la posibilidad de elección de sus propias autoridades, sino más bien apunta a una verdadera alternativa al modelo económico y político de exclusión y explotación en que se han visto inmersos los pueblos indígenas de la zona de Chiapas, privilegiando ante todo la participación de la totalidad del pueblo en la toma de decisiones a través de la figura de la ‘Asamblea’, la cual es la instancia de máxima decisión ante cualquier temática, en que la figura de las autoridades, que participarán  de las instancias administrativas del ‘Buen Gobierno’, son siempre entendidas como un servicio a la comunidad, ya que “así como se trabaja la tierra colectivamente, así colectivamente se gobierna en los pueblos y municipios autónomos” (Ibíd op cit: 6). Es decir la “autonomía zapatista” es puesta como una oposición radical a las formas de gobernar basadas en el proselitismo, la burocracia y la generación de ganancias individuales a partir de la explotación y opresión de sus ‘representados’ – tanto monetario como de poder político – tan característico de los gobiernos mexicanos que han pasado históricamente por el sillón presidencial; he ahí tanto resquemor y oposición a este proyecto desde ‘las izquierdas’ mexicanas. Asimismo, respecto a la relación que se produce entre los dirigentes y las bases de los movimientos indígenas, en el caso de los movimientos indígenas de Ecuador y Bolivia ha ocurrido un cada vez mayor distanciamiento entre los dirigentes y las bases debido a la incorporación de estos en las altas esferas políticas, ocupando cargos públicos en el Estado de cada país. Por tanto aquí nos encontramos claramente con la dicotomía entre el indio permitido y el indio alzado (Hale, 2004. En Albó, 2008:24 ) que en el primer caso es aquél aceptado e incluso fomentado estatalmente y por la clase política no indígena; en el segundo caso, es el indígena que si bien recibe concesiones desde el Estado, no se siente cómodo con estas y continúa protestando a través de diversas vías. La frontera entre ambos tipos va a depender por un lado de lo que otorga el Estado – la indigenización de lo indígena en términos conceptuales, de estilos y estructura – y lo que logran los movimientos indígenas por sus propios medios – ganar espacios dentro de la estructura y prioridades del Estado.  (Albó, 2008)
Directamente relacionado a las demandas territoriales, quizás el proyecto más audaz de los pueblos indígenas es el de ser reconocidos en tanto “nación indígena” – en el caso boliviano – o “nacionalidades” – en el caso ecuatoriano – lo cual redunda una vez más sobre la demanda de autonomía  y además respecto a la necesidad de reconocimiento de ‘Derechos Indígenas’, es decir de la aceptación de la existencia de una diversidad cultural evidente. En cuanto a la complejidad de entrecruzar la idea de un estado plurinacional con la idea del territorio, vemos que desde la invasión española, en el territorio americano se genera una transformación en cuanto a las formas tradicionales de organización – por ejemplo el ayllu – lo cual se traduce en formas particulares de tenencia y uso de la tierra, que apelan principalmente a un uso comunitario de esta; con la instalación a la fuerza del modelo económico, político y cultural de la Colonia, se busca una individualización de la tenencia de la tierra, buscando finalmente generar la compra/venta de las tierras indígenas, lo que se ha replicado históricamente, como por ejemplo en el caso de reformas o contrarreformas agrarias en toda América. Un caso emblemático es el que ocurre en México, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, con la contrareforma agraria – Ley Agraria de 1992 – que a partir de modificaciones amparadas en políticas de corte neoliberal, buscan destruir el sentido de comunidad en cuanto al uso de la tierra – protegido desde la Reforma Agraria resultado de la Revolución Mexicana de 1910 – para así poder transformar la tierra campesina e indígena en un bien que pueda enajenarse, privatizarse e ingresar al mercado (Díaz – Polanco, 1997).
Por tanto, la resignificación y apropiación del concepto ‘nación’ desde los pueblos indígenas, instala la idea de los ‘estados plurinacionales y multiétnicos’. Sin embargo, es importante mencionar que realmente para hablar de un estado plurinacional, y para que la población pueda desarrollarse como tal en un medio urbano/rural y/o pluricultural, deben existir medidas a nivel político de interculturalidad respecto a las instituciones, “tomando como punto de partida los derechos iguales de todos, como ciudadanos, y los específicos y colectivos de los miembros de determinado pueblo, como tales.” (Albó, 2008: 22). Estos son los cambios a nivel político que buscan los movimientos indígenas: pasar de ser pluriculturales a interculturales. (Albó, 2008:22). Así, en relación con el punto anteriormente nombrado sobre la autonomía como un proyecto asumido por varios movimientos indígenas, es meritorio considerar que no tan sólo los Estados deben reconocer esto, sino además generar una serie de modificaciones tanto a nivel jurídico – es decir como plantea Gissi (2008) que sea posible hablar de un pluralismo jurídico – como administrativo, lo cual entra en contradicción con el proyecto arrastrado desde el periodo de Independencia latinoamericana, respecto a la construcción y protección de aquel que apela a la equivalencia de Un Estado = Una Nación. Así, los movimientos indígenas deben transformarse de un movimiento social, a un movimiento político (Ibíd op cit: 26).
A modo de conclusión, uno de los elementos importantes que se instala con los movimientos indígenas, que pueden entenderse como un efecto tanto de las políticas indigenistas – que si bien buscan la integración del indígena, lo visibilizan – y del indianismo – construido como un discurso desde ‘adentro’ y que instala al indígena como un sujeto político – es finalmente, un discurso y práctica que apuntan a evidenciar la situación de opresión y explotación que han vivido históricamente desde la conquista hasta el presente, lo cual se traduce en proyectos políticos, de diversa índole, que tiendan a la transformación del escenario local y global – por ejemplo a través del proyecto político del EZLN o del adoptado en Bolivia en cuanto al establecimiento de pactos entre partidos políticos, sindicatos y movimientos sociales e indígenas; la relación entre ambos aspectos, en donde el concepto de “glocalización”[1] nos permite comprender las interacciones que se desarrollan entre estos ámbitos, y tal como plantea Albó (2008), observar dentro de los movimientos indígenas la negociación que surge entre la globalización desde arriba y la globalización desde abajo, es decir los procesos de construcción de nuevas perspectivas de pensar y hacer el mundo,  en que se visibilicen y pongan a un mismo nivel aquellas que representan ‘a los oprimidos, pero no vencidos’, y que en definitiva se logre generar una transformación del escenario en que se desenvuelven, en un espacio más justo, que considere lo diverso y sus modos de interconexión – una interculturalidad real – como parte esencial a la hora de construir cualquier proyecto político, en el cual la ciudadanía se entienda como la  “capacidad de ejercer derechos colectivos e individuales, incluido el derecho a la diferencia.” (Rivera, 2003: 24).


Bibliografía

ALBÓ, X., 2008. Atando Cabos. En Movimientos y Poder Indígena en Bolivia, Ecuador y Perú, PNUD; CIPCA, La Paz.

BELLO M. Á., y J. AYLWIN O., 2008. Globalización, derechos humanos y Pueblos Indígenas. Editorial LOM. Santiago.

BENGOA, J., 2004. La emergencia indígena en América Latina. Editoral FCE. Santiago.

DÍAZ-POLANCO, H., 1997. La rebelión zapatista y la autonomía. Editorial Siglo XXI. México.

FERNANDEZ, P., 2010. Gobierno autónomo zapatista Características antisistema político mexicano. Universidad Nacional Autónoma de México [http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2010/02/15/gobierno-autonomo-zapatista-caracteristicas-antisistema-politico-mexicano/] (consultado el 19 de junio 2012)

GISSI, N., 2008. ¿De minoría étnica a minoría etnonacional? El pueblo mapuche, la sociedad chilena y el debate en torno a la autonomía. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso [http://etnopsicologia.cl/wp-content/uploads/2008/05/c2bfde-minoria-etnica-a-minoria-etnonacional_-el-pueblo-mapuche-la-sociedad-chilena-y-el-debate-en-torno-a-la-autonomia.pdf] (consultado el 19 de junio 2012)

STAVENHAGEN, R., 2008. Segundo informe: Los proyectos de desarrollo y los derechos de los pueblos indígenas (2003). En Los pueblos indígenas y sus derechos. UNESCO México
[http://www.cinu.org.mx/prensa/especiales/2008/Indigenas/libro%20pdf/Libro%20Stavenhagen%20UNESCO.pdf] (consultado el 21 de junio 2012)

RIVERA C., S., 2003. Oprimidos pero no vencidos. Editorial Yachaywasi, La Paz.


[1] Según Robertson este concepto se refiere a la “interacción complementaria entre lo global y lo local adquiere un contenido práctico fundamental cuando se la aplica a la pugna por el manejo y control de recursos naturales, con implicaciones e intereses en conflicto desde la pequeña comunidad hasta la economía más globalizada.” (1995. en Albó, 2008: 34)